Entrevista al poeta Antonio Cilloniz
Poeta peruano Antonio Cilloniz |
P.M.:Empecemos por la tan trillada pregunta ¿Qué es la poesía para usted hoy y en qué se diferencia con la poesía de sus primeros años, sus pininos literarios?
A.C.: Tendría yo unos cinco o seis años cuando quedé impactado por un poema cuya declamación presencié en un teatro de Lima hacia 1949 o 50; ésa, quién sabe, fuese una semilla que florecería mucho más tarde; pero ciertamente fue a los catorce años, en 1958, a principios del tercer curso de media, abril o mayo, cuando aquella semilla empezó a ser un arbustillo en el alcorque de la asignatura de literatura que me impartía en aquel entonces Jesús Valverde Pacheco SJ (hermano del poeta español José María Valverde).
Desde entonces la poesía, bien como ávido lector o como escribano, siempre anduvo conmigo o yo con ella, hasta hoy; al principio era un afán de emulación, un divertimento, casi un juego, aunque poco a poco se fue convirtiendo en una necesidad, en una obligación de encauzar toda esa turbamulta de emociones, imágenes, sensaciones que nos inundan y que hay que contener en el lenguaje, como en la erupción de un volcán, la rotura de un dique o el choque de unas olas contra el acantilado de nuestra conciencia poética; a veces, no lo niego, soy yo quien hace olas, construye un dique que resista unos cuantos días para que el almácigo del poema se vaya fraguando, esto es, cuando siento el compromiso de decir algo inefable, de denunciar o simplemente testimoniar ciertos acontecimientos, como cuando visité el campo de exterminio nazi de Mauthausen y sentí la necesidad, la obligación de dar testimonio de toda esa barbarie que acabó siendo expresada en "El Danubio rojo", poema en homenaje a las víctimas, que se puede leer en Victoriosos vencidos o escuchar en YouTube con el respaldo de imágenes y en mi propia voz; mi poema dedicado a Mauthausen no es en absoluto una excepción, lo mismo ocurrió en otros muchos casos, en que la motivación para su escritura fue más producto del empeño de mi conciencia que de la voluntad de mi subconsciente, como en el poema "A las víctimas del terremoto de agosto de 2007", así como en muchos otros poemas, que figuran en la edición de mi obra poética completa Opus est, en cuatro volúmenes (Lima, Hipocampo Editores, 2016).
P.M.: Su poesía es denominada insular, al no estar sujeta, asida a ninguna generación ni corriente. Sin embargo, he podido notar entre sus versos un interés por la epopeya, para ser más cierto, por la épica ¿Es mi impresión cierta, cómo calificaría su obra?
A.C.: La crítica no anduvo tan desencaminada cuando calificó mi poesía de insular (Ricardo Falla) o marginal (José Miguel Oviedo); ello probablemente obedece a que desde muy pronto tuve a la vista otros horizontes que pusieron al alcance de mis ojos poemas más alejados de los circuitos culturales nacionales que quizás le dieron una orientación distinta a mi concepción artística, al tiempo que vivir en una realidad foránea propició en mí desarrollos temáticos correspondientes a una visión del mundo diferenciada, lo mismo que dichos horizontes nuevos me proporcionaron a su vez una perspectiva mayor acerca del entorno tanto geográfico e histórico como cultural y poético de mi propio país; eso indudablemente ha hecho que por ejemplo Antonio Melis afirme en el prólogo a mi último poemario, Victoriosos vencidos , que «[los poemas de dicho libro] confirman y acentúan el carácter atípico de la poesía de Antonio Cillóniz dentro del panorama hispanoamericano de hoy».
En cuanto a que mi obra poética es épica o al menos proclive a la epopeya, yo diría que también, porque en mi poesía están presentes igualmente en otros poemas la función lírica o dramática, incluso satírica, lúdica, filosófica, sentencial o epigramática
y hasta algún centón o haikus; así pues, ¿cómo definiría yo mi poesía?, con las palabras de María del Carmen Sotillos, que aparecen en el epílogo a Victoriosos vencidos: «Lo que resulta evidente en todos los estadios de la poesía de Cillóniz es la correlación dialéctica —posiblemente consecuencia de su propia experiencia social, política e ideológica— entre la visión del mundo que ofrece y la concepción artística que emplea (y esto es lo que muchos otros críticos han calificado anteriormente como coherencia o persistencia ética en su poesía), aunque no debemos ignorar que dentro de dicha correlación dialéctica se produce también una síntesis de la tradición literaria europea y la aborigen e incluso un sincretismo entre ciertas formas métricas clásicas, ya que casi todos los versos de Cillóniz se asientan en los principios quevedianos de la silva y una asimilación de la versificación latina al extender el concepto de rima de las literaturas románicas más allá de la simple fonética o del final del verso [...] o, por último, las conquistas formales de las vanguardias, aunque en aquella perspectiva que él denomina "vanguardia transcendentalista"» que «consiste en conservar las formas vanguardistas (en sus diversos estilos y técnicas) pero modificando su funcionalidad textual, de modo que el referente histórico extraliterario se haga más visible para ser objeto de una denuncia social o política» porque «ahora lo que se pretende no es la destrucción de la referencialidad a través de un discurso ilógico y hermético, como expresión del absurdo de la existencia y del carácter irracional de la vida; en dichas obras hay una clara actitud de denuncia de un referente que es bastante reconocible».
P.M.: Respecto al proceso creativo, ¿tiene algún ritual antes de escribir o la poesía lo asalta intempestiva sin dejar lugar a otra acción? ¿Escribe en computador, a máquina o a mano?
A.C.: Cuando uno es un principiante en esto del poetizar (versificar más bien) la escritura venía motivada tal vez por la reciente lectura de unos poemas o quizás por el sentimiento de querer escribir un poema y entonces probablemente uno se sentaba y se preguntaba "¿acerca de qué escribo?"; es posible incluso que la mayoría hubiera seguido estos métodos. Personalmente creo que los poemas son fruto de que la poesía es como una batería, cuyo tema, que va a servir de percha del poema, como dijo Auden, se va nutriendo de cuanto nos rodea, hasta de las experiencias o acontecimientos más insospechados, que se van acumulando en la mente de uno hasta explotar como un volcán y el oficio de poeta es quien luego elige dentro de todo el magma, dándole forma, puliendo, añadiendo, sustituyendo, suprimiendo hasta que la lava ya es un poema nuevo.
En cuanto a cómo escribo, diré que máquina de escribir no tengo ya y sólo la utilizaba antes para pasar los poemas a limpio, igual que ahora la computadora e impresora; y siempre escribiendo a mano, antes lo hacía en pequeñas libretas y ahora en folios sueltos doblados en cuatro, aunque también en las Notas de mi smartphone, pero corrijo y corrijo cuando ya lo he imprimido, una y otra vez, e incluso si es necesario después de haber sido publicado.
P.M.: La vida de un poeta no siempre es la que uno lee en biografías, siempre tan poetizadas, excelsas por sus anécdotas curiosas y demás, he llegado a comprender que en ocasiones sucede casi tan monótona como la de un oficinista si es que no es más, con la única diferencia del paroxismo que se le imprime al ser narrada. ¿Qué es la vida de un poeta? ¿Cómo es la vida de un poeta? ¿Cómo ha sido su vida como poeta?(requiero: pequeña biografía o larga, extensa, cuantiosa si es posible).
A.C.: Verdaderamente la vida de un poeta resulta monótona como la de cualquier ser humano, porque el poeta es una persona igual a todas las demás, como un albañil que sabe preparar cemento, asentar bien los ladrillos y lograr que la pared quede en pie pero no sabe hacer poemas, salvo que sea un albañil poeta; del mismo modo un poeta sabe hacer poemas pero no paredes, y así en relación con todos los oficios.
Una vida tan tediosa la mía que, como me propuse de joven ser poeta, me hizo estudiar Filología Románica primero en la Universidad Complutense y como, por aquello de los contextos sociológicos e históricos, ya de profesor de literatura tuve que leer tantos trabajos historiográficos, decidí finalmente estudiar también Historia en la Universidad Autónoma de Madrid. Como se puede ver, una serie de suposiciones ilusorias e incorrectas, porque la Filología Románica resultó ser innecesaria para la poesía y la Historia no siempre fue fiel ni respetuosa con los hechos, sino fruto de la mentalidad reinante, o sea, la historia narrada siempre por los vencedores que casi nunca es cierta y que yo tuve que ir descubriendo muchas veces por mi cuenta, hurgando fuentes apenas difundidas.
Terminados mis estudios de filología, empezó mi vida de editor en el Perú, si se pudiese decir que en algún momento ejercí como tal, a pesar de ostentar el cargo de director, aunque en verdad sin capacidad alguna de dirigir, en la Editorial del Instituto Nacional de Cultura del Perú, bajo los dictados de Martha Hildebrandt en época del llamado proceso revolucionario del General Velasco Alvarado, de modo que duré en el cargo el escaso tiempo que fui capaz de soportar la situación hasta mi inevitable renuncia, dado que (al margen de los talantes) la política editorial distaba mucho de la pretendida política cultural vigente; y como los tentáculos del descontento que produjo la forma en que dimití llegaban hasta las mismas puertas que intenté que se me abrieran tuve que largarme a un exilio obligado esta vez; nunca dudé de dicho descontento, pues en contra de lo que se estipula en toda dimisión a mí no se me agradecieron los servicios prestados, aunque según se deduce de lo anterior fueron nulos no por inoperancia mía como también ha quedado claro; de todo esto hay constancia poética en mi libro Fardo funerario, recogido en la ya mencionada edición de Opus est.
A partir de entonces es cuando empieza mi versión como catedrático de lengua y literatura hasta la jubilación y en medio de este periplo fue cuando realicé mis estudios ya aludidos de Historia.
Alrededor de esto que representaba ser una vida atenta a las necesidades pecuniarias del estómago a través de la docencia, el nec otium, siempre estuvo ahí presente también una vida paralela, liberada a través de unas lecturas personales, de la escritura, de las publicaciones y algunos premios, incluídas ciertas dosis de bohemia, entonces sí por fin el otium.
Toda esta vida de destierro, que ha condicionado tanto mi obra, no me produce remordimiento alguno al merecer descalificaciones de cierta crítica de una izquierda stalinizada por residir fuera de mi país, porque creo que es la cualidad de mis escritos la que confirma mi compromiso no sólo en particular con mi propia tierra, sino en general con los intereses de los más humildes, sea cual fuere la calidad que se le atribuya a mi obra, porque para mí no es sólo un asunto de estética sino también de ética.
Así, con esta visión de poeta marginado, se completa aquello de poesía marginal.
P.M.: Opta usted por: ¿bohemia o la academia?¿La vida diurna o nocturna? ¿crepuscular, quizás?
A.C.: Ahora, jubilado y mayor, llevo la vida que me permite u obliga mi organismo, esto es, bastante ordenada. Antes sí que llevaba una vida algo bohemia; mi horario de trabajo era unas veces de mañana (de ocho a dos, más o menos) y otras de tarde-noche (de cinco a diez, aproximadamente);
de modo que la bohemia podía ser de mañana, tarde, noche o madrugada, no tenía horas ni días señalados o concretos, sino cuando esporádicamente se terciaba, que tampoco fueron tantas las jornadas bohemias.
Lo académico solamente se restringe hasta ahora a las lecturas, ya que paso olímpicamente de las Academias con mayúscula, especialmente de la lengua, que están perdiendo el sur, porque el norte ya lo perdieron hace mucho; únicamente como ejemplo citaré aquello de no poner tilde en 'ui', esto es 'construido' o 'huida'; tal vez así hablen los académicos, pero en mis poemas los versos están sometidos a la métrica y por tanto necesito las tildes para que diga 'cons-tru-í-do' o 'hu-í-da' (porque yo escribo como hablo); y así otros casos (toballa o iros), en los que para eso existe la etiqueta de 'vulgarismo' o de 'coloquialismo' y no se trata de oponerme tanto a la innovación sino más bien de pretender que los clásicos, desde el Poema del mío Cid, no nos resulten ya extraños, ininteligibles o incluso malsonantes; al menos no quiero que mi oído se acostumbre a dichas majaderías aunque estén oleadas y sacramentadas por las academias.
P.M.:¿ Poetas imprescindibles para usted dentro de la literatura peruana? No se limite al contestar, mencione todos los que se le vengan a la mente, si existiese la posibilidad señale algún poema que lo quiebre.
A.C.: Si cabe señalar una virtud acerca de la tradición poética peruana es su enorme variedad con representantes muy dignos en las diversas tendencias y modalidades de la poesía contemporánea, así como su gran calidad en cada una de ellas. Sería muy tedioso y resultaría excesivamente extenso mencionarlos a todos, pero sí debo señalar que la obra poética de César Vallejo no sólo sobresale con justicia de entre todas ellas, sino que también alcanza un lugar privilegiado en el conjunto de la poesía a lo largo de toda la historia.
No obstante, me gustaría resaltar junto a la vertiente castellana la importancia de la poesía en las otras lenguas.
Y ciñéndome estrictamente a la primera parte de la pregunta, diré que imprescindibles son todos aquellos cuya obra nos ofrece una visión del mundo y una concepción artística peculiares.
P.M.: ¿Algún poeta peruano joven que le interese? ¿Cuál es su opinión de la poesía en el Perú en estos momentos?
A.C.: Son voces que están gestándose en busca de su personalidad definitiva: algunos estarán aún en su prehistoria, es decir, en un periodo de formación cuyos poemas jamás verán la faz de la letra impresa; otros han alcanzado publicar y son éstos de quienes se puede tener noticia y de los que nos es posible afirmar que su poesía resulta muy atractiva por su frescura, por su novedad, pero sobre todo por lo que se puede esperar de ellos en adelante; además son tantos los que prometen un futuro esperanzador que obligaría a omisiones que para ellos, que están en sus comienzos, serían terriblemente desmoralizantes y lo que hemos de hacer es por el contrario alentarlos siempre.
Sin embargo, como la edad del autor viene determinada por la fecha de composición de la obra, me voy a permitir considerar joven a quien lo fuera cuando se conocieron sus poemas y daré su nombre haciendo una excepción porque considero fundamental y fundacional la aportación a esa poesía que manifiesta abiertamente la condición femenina, me refiero a esa voz tan presente en el yo lírico de María Emilia Cornejo.
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