Meditación XVII / John Donne (Por quién doblan las campanas)
Poeta, traductor, escritor, abogado, compositor de canciones y político |
''Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo, cada hombre es un pedazo del continente, una parte principal. Si un terrón de tierra es arrastrado por el mar, toda Europa queda disminuida, así como si fuera un promontorio, así como casa de tu amigo o la tuya propia: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad ,y por lo tanto nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti.''
La primera vez que me cruce con estas líneas, como muchos, fue en las primeras páginas de una novela de Hemingway hace ya tantos años. Luego, luego tope con su sonoridad en esas bocas ajenas que nunca se hartan de repetir versos (detalle elogiable) pero sin pasión, sin fuerza (detalle execrable). Por lo que tenía entendido, era un poema y algunas de mis conversaciones con estos bocazas podían comenzar o interrumpirse con un ''Ningún hombre es una isla...'' y todos aplauden, elogian la precisión del verso que nunca fue, porque o yo he equivocado la breve investigación que me ha llevado más de la mitad del día comparando ediciones y etc., etc., etc. o efectivamente esos versos son y siempre han sido un extracto de la meditación XVII de John Donne en su libro ''Meditaciones en tiempos de crisis'' y en algún momento la prosa juzgada de dura, acartonada y jamás cercana a la magia y flexibilidad de la poesía, hizo el fraude, nos dieron gato por liebre, prosa por poesía. No quiero decir que algo halla cambiado a partir de este conocimiento, si no que, ya no soporto a esas bocas ajenas que repiten los versos, porque yo no tengo tan buena memoria y aunque lea cien veces un poema, siempre lo olvido y el próximo encuentro es un proceso lento de reconocimiento.
Con todo esto, solo quiero decir: Por favor, recítenlo completo.
Meditacion XVII / John Donne
(Original)
Perchance, he for whom this bell tolls may be so ill, as that he knows not it tolls for him; and perchance I may think myself so much better than I am, as that they who are about me, and see my state, may have caused it to toll for me, and I know not that. The church is catholic, universal, so are all her actions; all that she does belongs to all. When she baptizes a child, that action concerns me; for that child is thereby connected to that body which is my head too, and ingrafted into that body whereof I am a member. And when she buries a man, that action concerns me: all mankind is of one author, and is one volume; when one man dies, one chapter is not torn out of the book, but translated into a better language; and every chapter must be so translated; God employs several translators; some pieces are translated by age, some by sickness, some by war, some by justice; but God's hand is in every translation, and his hand shall bind up all our scattered leaves again for that library where every book shall lie open to one another. As therefore the bell that rings to a sermon calls not upon the preacher only, but upon the congregation to come, so this bell calls us all; but how much more me, who am brought so near the door by this sickness.
There was a contention as far as a suit (in which both piety and dignity, religion and estimation, were mingled), which of the religious orders should ring to prayers first in the morning; and it was determined, that they should ring first that rose earliest. If we understand aright the dignity of this bell that tolls for our evening prayer, we would be glad to make it ours by rising early, in that application, that it might be ours as well as his, whose indeed it is.
The bell doth toll for him that thinks it doth; and though it intermit again, yet from that minute that this occasion wrought upon him, he is united to God. Who casts not up his eye to the sun when it rises? but who takes off his eye from a comet when that breaks out? Who bends not his ear to any bell which upon any occasion rings? but who can remove it from that bell which is passing a piece of himself out of this world?
No man is an island, entire of itself; every man is a piece of the continent, a part of the main. If a clod be washed away by the sea, Europe is the less, as well as if a promontory were, as well as if a manor of thy friend's or of thine own were: any man's death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bell tolls; it tolls for thee.
Neither can we call this a begging of misery, or a borrowing of misery, as though we were not miserable enough of ourselves, but must fetch in more from the next house, in taking upon us the misery of our neighbours. Truly it were an excusable covetousness if we did, for affliction is a treasure, and scarce any man hath enough of it. No man hath affliction enough that is not matured and ripened by it, and made fit for God by that affliction. If a man carry treasure in bullion, or in a wedge of gold, and have none coined into current money, his treasure will not defray him as he travels. Tribulation is treasure in the nature of it, but it is not current money in the use of it, except we get nearer and nearer our home, heaven, by it. Another man may be sick too, and sick to death, and this affliction may lie in his bowels, as gold in a mine, and be of no use to him; but this bell, that tells me of his affliction, digs out and applies that gold to me: if by this consideration of another's danger I take mine own into contemplation, and so secure myself, by making my recourse to my God, who is our only security.
(Traducción)
Acaso, que para quien esta campana que suena puede ser tan mala, como que no sabe que suena para él, y tal vez me puedo creer a mí mismo mucho mejor de lo que soy, ya que los que están a mí alrededor y ven mi estado, pueden haber causado que sonara para mí, y yo no lo sabía. La Iglesia es católica, universal, también lo son todas sus acciones, todo lo que ella hace es de todos. Cuando se bautiza a un niño, la acción me preocupa, porque ese niño está así conectado a ese cuerpo que es mi cabeza también, e injertado en ese cuerpo del cual yo soy miembro. Y cuando se entierra a un hombre, la acción me preocupa; la humanidad es de un autor, y es un volumen, cuando un hombre muere, un capítulo no se arranca del libro, pero se tradujo en un mejor lenguaje, y cada capítulo debe ser traducido así: Dios emplea a varios traductores; algunas piezas son traducidas por la edad, otros por enfermedad, otros por la guerra, otros por la justicia, pero la mano de Dios está en todas las traducciones, y su mano vinculará a todas nuestras hojas dispersas de nuevo para esa biblioteca donde todos los libros se encuentran abiertos el uno al otro. Por tanto, la campana que suena a un sermón no exhorta sólo al predicador, pero sobre todo a la congregación que ha de venir, por lo que esta campana nos llama, pero ¿cuánto más yo, que soy llevado tan cerca de la puerta por esta enfermedad?
Hubo una disputa en cuanto a una demanda (en el que se mezclaban tanto la piedad y dignidad, la religión y la estimación), ¿cuál de las órdenes religiosas deben llamar a la oración primera de la mañana? y se determinó, que deben sonar primero las campanas la que se levantó más temprano. Si entendemos correctamente la dignidad de esta campana que suena para nuestra oración de la tarde, se espera que sea nuestro por levantarse temprano, en esa disciplina, que podría ser la nuestra, así como la suya, que de hecho lo es.
La campana sonó para aquel que fue, y aunque intermitente suena de nuevo, sin embargo, a partir de ese momento que esta ocasión obró sobre él, que está unida a Dios. ¿Quién no echa un vistazo al sol cuando se levanta? ¿Quién le quita el ojo a un cometa que aparece? ¿Quién no presta oído a ninguna campana que suena en cualquier ocasión? pero ¿quién puede eliminarlo de la campana que está pasando un pedazo de sí mismo fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo, cada hombre es un pedazo del continente, una parte principal. Si un terrón de tierra es arrastrado por el mar, toda Europa queda disminuida, así como si fuera un promontorio, así como casa de tu amigo o la tuya propia: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad ,y por lo tanto nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti.
Tampoco podemos llamamos una mendicidad de la miseria, o bien una necesidad de la miseria, como si no estábamos lo suficientemente miserables de nosotros mismos, sino que debemos buscar en más de la casa de al lado, al tomar sobre nosotros el sufrimiento de nuestros vecinos. En verdad se trataría de una codicia excusable si lo hiciéramos, porque la aflicción es un tesoro, y escaso alguno tiene bastante de él. Ningún hombre tiene aflicción suficiente que no está maduro y madurado por el mismo, y se ajuste a Dios por esa aflicción. Si un hombre lleva tesoro en lingotes o en un lingote de oro, y no posee ninguno acuñado en dinero actual, su tesoro no le sufraga mientras viaja. La Tribulación es el tesoro de la naturaleza de la misma, pero no es moneda corriente en el uso de la misma, salvo que obtenemos cada vez más cerca nuestra casa, el cielo, por el mismo. Otro hombre puede estar enfermo también, y enfermo de muerte, y esta afección puede estar en sus entrañas, como el oro en una mina, y ser de ninguna utilidad para él, pero esta campana, que me dice de su aflicción, se esfuerza por salir y se aplica ese oro para mí: si por esta consideración del peligro de otro tomo la mía propia en la contemplación, y así asegurar a mí mismo, por lo que recurro a mi Dios, que es nuestra única seguridad.
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